18 agosto 2024

La pena de muerte no es la solución

La Iglesia Católica contra la pena de muerte

Las ejecuciones, lejos de hacer justicia, alimentan un sentimiento de venganza que se convierte en un veneno peligroso para el cuerpo de nuestras sociedades civilizadas",

El Evangelio es el encuentro con una Persona viva que cambia la vida: Jesús es capaz de revolucionar nuestros proyectos, aspiraciones y perspectivas. Conocerle es llenar de sentido nuestra existencia, porque el Señor nos ofrece la alegría que no pasa. Porque es la alegría misma de Dios.

En su novela El Idiota, Fiódor Dostoievski resume impecablemente la insostenibilidad lógica y moral de la pena de muerte de la siguiente manera, hablando de un hombre condenado a la pena capital: «¡Es una violación del alma humana, nada más! Se dice: 'No matarás', y en cambio, porque él ha matado, otros le matan. No, es algo que no debería existir». Precisamente el Jubileo debería comprometer a todos los creyentes a pedir con voz inequívoca la abolición de la pena de muerte, una práctica que, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, «¡es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona!» (n. 2267).

 En 2018, el Papa Francisco revisó formalmente el Catecismo de la Iglesia Católica (sus enseñanzas fundamentales) para oponerse a la pena de muerte .


Por primera vez, un pontífice catalogó el castigo de la pena de muerte como inaceptable, bajo cualquier circunstancia.

El pronunciamiento papal es considerado histórico tanto por su contenido como por su forma.

Por su contenido, ya que el Vaticano siempre evitó pronunciarse en esta espinosa cuestión, entendiendo que la decisión de adoptarla correspondía a los gobiernos de los países.

Por su formato, porque no era una simple declaración, sino un cambio en el Catecismo de la Iglesia católica, el compendio que reúne la exposición de la fe y la doctrina del catolicismo.


"No fue un cambio brusco, fue un cambio gradual, porque ya los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI eran opositores a la pena de muerte, y hablaban de ello"


“La pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”, afirma el nuevo texto sobre la pena de muerte del Catecismo de la Iglesia Católica.


El Papa Francisco ha aprobado con un Rescrito la nueva redacción del artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte.

2267 Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.

Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona» (Discurso del Santo Padre Francisco con motivo del XXV Aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, 11 de octubre de 2017), y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.

El Catecismo de la Iglesia Católica promulgado en 1992 había sido ya corregido en el párrafo sobre la pena de muerte después de las afirmaciones de Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium vitae en el 1995. El texto enmendado decía:

“La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.



¿Por qué tardó tanto tiempo?

A lo largo de la historia, la pena de muerte llegó a ser respaldada por los teólogos.


San Agustín (354-430) una vez teorizó que no habría contradicción entre la pena de muerte y el mandamiento "no matarás".


San Ambrosio (340-397) no la condenó, pero recomendó que los miembros del clero no alentaran ni ejecutaran la pena capital.


Santo Tomás de Aquino (1225-1274) argumentaba que había menciones a la pena de muerte en las escrituras, lo que justificaría la medida extrema.


El papa Inocencio (1160-1216) declaró que "el poder secular puede, sin pecado mortal, ejercer juicio de sangre, siempre que el castigo sea empleado con justicia y no por odio, con prudencia y no por precipitación".

En su versión de 1566, el Catecismo romano decía que Dios había confiado a las autoridades civiles el poder "sobre la vida y la muerte".


 

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