A apenas media hora de Madrid se encuentra Moraleja de Enmedio, un pequeño municipio de poco más de 5.000 habitantes.
Allí, en la iglesia parroquial de San Millán, se custodian las 16 formas eucarísticas que han permanecido incorruptas desde julio de 1936, cuando dio comienzo la Guerra Civil Española. Se trata de un milagro eucarístico poco conocido,
Cuando uno piensa en milagros eucarísticos que se han producido a lo largo de la Historia, lo más probable es que le vengan a la cabeza los de Lanciano y Orvieto (Italia), el de Daroca (Zaragoza) o los de Buenos Aires (Argentina), que fueron presenciados por el propio Papa Francisco cuando era arzobispo de esa archidiócesis. Hay muchísimos más, numerosos de ellos perfectamente documentados y probados, pero llama la atención uno en particular por su grado de desconocimiento a pesar de encontrarse a escasos 30 kilómetros de una ciudad como Madrid. Y hoy, 16 de julio, se cumplen precisamente 88 años desde que se produjera ese hecho inexplicable.
Faltaban dos días para que se produjera el alzamiento militar que desembocó en la Guerra Civil Española y Clemente Díaz Arévalo, párroco de Moraleja de Enmedio, un pequeño pueblo situado a 30 kilómetros de Madrid, celebró la misa en la que consagró 100 formas para repartir entre los fieles en ese día y los siguientes. Lo que el sacerdote no podía saber –aunque, seguramente, sí sospechar, por el ambiente irrespirable que reinaba en España desde hacía meses– era que, apenas cinco días después, tendría que abandonar Moraleja para poner su vida a salvo. Antes de hacerlo, le encomendó a su madre las formas consagradas resguardadas en un pequeño copón metálico, con el encargo de que se las hiciese llegar a las Marías de los Sagrarios, unas pías mujeres ligadas a la devoción eucarística.
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