Justificación de la inoperancia. (Not before)
La falta de precedentes nunca ha sido una excusa válida para omitir un acto de bondad o justicia. Abraham es un ejemplo claro de alguien que actuó sin precedentes.
Heb.11,8 “…Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba…”
Jesús denunció constantemente la mentalidad rígida de los fariseos, quienes se aferraban a tradiciones humanas en lugar de responder a la necesidad del momento.
Mc.2,23-28 “… Un sábado pasaba Jesús entre los sembrados, y sus discípulos, según iban, comenzaron a arrancar espigas. Los fariseos le preguntaron:–Oye, ¿por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido en sábado? Él les dijo: –¿Nunca habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron necesidad y sintieron hambre? Siendo Abiatar sumo sacerdote, David entró en la casa de Dios y comió los panes consagrados, que solamente a los sacerdotes les estaba permitido comer.t Además dio a los que iban con él. Jesús añadió;–El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del hombre tiene autoridad también sobre el sábado…”
Dios llama repetidamente a su pueblo a actuar con justicia, sin importar si otros lo han hecho antes o no:
(Isaías 1,17) “… ¡Aprended a hacer el bien, esforzaos en hacer lo que es justo, ayudad al oprimido, haced justicia al huérfano, defended los derechos de la viuda!”
Jesús en la parábola del Buen Samaritano, muestra compasión a un herido mientras otros lo ignoran. No importó que ayudar a un enemigo no fuera la costumbre; lo que importó fue el amor expresado en la acción. Jesús concluye con una instrucción clara: "Ve, y haz tú lo mismo." (Lc.10,37).
Parábola del buen samaritano
(Lc. 10, 25-37)
“…Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:
–Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
–¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
El maestro de la ley respondió:
–‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.’
Jesús le dijo:
–Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida.
Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús:
–¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le respondió:
–Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante. Luego pasó por allí un levita, que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’ Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos?
El maestro de la ley contestó:
–El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
–Ve, pues, y haz tú lo mismo…”
El buen samaritano no preguntó si otros lo habían hecho antes; simplemente vio la necesidad y actuó.
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