Jueves, 29 de Agosto
Martirio de San Juan Bautista
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”,
La política no es patrimonio de nadie, ni la cultura tampoco. El Político no debe dar lecciones al obispo de cómo debe hablar, cuando y cómo.
Si las palabras de un católico, de un obispo, dichas con libertad, no llaman la atención, lo mejor que puede hacer es callarse. Y entonces "hablarán las piedras". Jesús les dijo: —Les aseguro que si ellos se callan, las piedras gritarán.
Lc.19,39-40.
“…Entonces algunos fariseos que se hallaban entre la gente le dijeron:
–Maestro, reprende a tus seguidores.
Pero Jesús les contestó:
–Os digo que si estos callan, las piedras gritarán…”
Hablar para decir generalidades políticamente correctas es un inmenso insulto a nuestra religión católica.
Pilatos a Jesús: ¿que es la verdad?
Cristo... "yo soy el camino, la verdad y la vida".
Precisamente en la misa de Covadonga, con todas las cámaras y micrófonos, es donde hay que decir con claridad la verdad del Evangelio, sin miedo.
El obispo no representa al pueblo, representa a Cristo. Su obligación es decir la Verdad y predicar el Evangelio.
¿Desde cuando una persona, sea ministra o limpiabotas, se atreve a decirle a un obispo lo que tiene que hacer y como?.
El Político tiene derecho a expresar su opinión y criticar lo que no le guste de la opinión de Mons. Sanz Montes. A su vez, Mons. Sanz Montes puede hacer lo propio con la opinión del Político. Esto es libertad de expresión. Lo que no puede hacer es exigir a Mons. Sanz Montes que opine lo que a ella le agrada.
Y no es verdad lo que esgrime el Político al decir: que habla en nombre de una mayoría de asturianos y españoles.
Viene a cuento aquí en esta reflexión el pasaje del evangelio de Marcos, donde narra el martirio de Juan Bautista.
Evangelio según San Marcos 6,17-29
“…Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron…”